Huesca se encuentra sumergida en la niebla por segundo día consecutivo. La niebla vivida desde dentro no me gusta. De modo que salgo al encuentro del Sol. Aparece a unos 4km en las inmediaciones de Fornillos. Después de aparcar, planifico la ruta: iré rumbo al castillo de Montearagón cresteando por las lomas de la derecha. Es una senda trazada por motoristas de cross.
Desde allí, hacia el sur y el oeste, se domina toda la Hoya de Huesca. Hoy, en su mayor parte, la han «borrado del mapa». Hacia el norte y el este contemplo las sierras prepirenaicas y los pueblos del Abadiado: San Julián de Banzo, Chibluco, Barluenga, Santa Eulalia la Mayor, Castilsabás… Incluso la ermita de la Virgen del Viñedo, epicentro espiritual del Abadiado. Preside la panorámica Fornillos enmarcado por el «Salto de Roldán».
Creía que estas cresterías serían territorio yermo, reino de conejos, pero no. Me sorprende la cantidad de hectáreas sembradas,posiblemente, con alguna leguminosa, que no sé identificar.
¡Uep! Parece que la niebla empieza a ganar altura. Hago una foto del castillo, instantes antes de que también sea borrado del paisaje. Llego a un vértice geodésico en el abrupto final de la loma Montearagón. Al emprender su descenso, interrumpo un congreso de perdices. No me da tiempo de contarlas, calculo que habría entre 12 y 18 gallináceas. Han tenido suerte de que no soy un cazador.
Retirada
… A falta de un km para alcanzar el objetivo previsto al inicio del paseo, llego al límite de la niebla, que prosigue su inexorable avance. Se oyen disparos de cazadores. ¡Uhmmmm! niebla y tiroteo no es buena combinación. Decido abortar. Abandono la senda, atajando para conectar con el camino oficial jalonado e iniciar el regreso. Es un tramo muy cómodo y agradable.
Alcanzo la carretera, bajo hasta la presa para comprobar el volumen de agua embalsada, aproximadamente igual que hace un año. Una rápida ascensión me planta en el pequeño pueblo, de estructura lineal, con algunas casas que exhiben los escudos de armas de los Escartín y Benedé. Desde el pueblo se disfruta de amplias panorámicas.
También observo como la niebla se está apoderando de todo el recorrido. Viene hacia mí como un tsunami. Cuando llego al coche, me pisa los talones y ya percibo su gélido aliento.